Anécdotas de viajes (2)
Tenía 18 años cuando por primera vez se me pérmitió viajar solo con amigos a Mar del Plata. Entre los tres juntábamos algunos pesos para pasajes y algo de comida, pero allá fuimos.
Disponíamos por suerte, de alojamiento en un departamento, propiedad de mi padre, en el centro de la Ciudad.
Con las billeteras tan escasas, debíamos hacer milagros para poder realizar alguna actividad que fuera mas allá de la playa y fideos con aceite. Por lo tanto decidimos que algunos » pagadiós » no nos haría nada mal.
Después de 3 o 4 días de realizar esa práctica en algunos lugares del centro, comenzamos a alejarnos por miedo a cobrar una paliza, ya que los mozos se te agarran no perdonan.
Una mañana, temprano, nos dirigíamos al la playa, caminando como corresponde. Aclaro que no nos conformábamos con menos que Playa Grande, y a la altura de la terminal en la calle Alberti, vimos un bar con mesas afuera.
Ideal para un pagadiós, pensamos. Nos sentamos en la calle, a pesar del viento y pedimos cafe con leche y muchas medialunas.
El dueño-mozo, único trabajador del bar, era un gallego, robusto, de baja estatura y cejijunto, que conservaba todo el acento de La Coruña, y que como de tonto no tenía nada, se quedó en la vereda mirando como deglutíamos nuestro desayuno.
Pasaba el tiempo y el tipo no dejaba en ningún momento su vigilancia y no aparecían clientes nuevos como para distrerlo.
No encontrábamos el momento para rajar y ya estábamos nerviosos.
De pronto el gallego se acerca y nos pregunta.
__Los señores desean algo mas ?
No__dijimos a coro.
Nos miró con cara de saviduría y dijo
«supongo que los señores no tienen con que pagar»
Este, bueno, mire, nosotros…
«Bien__dijo__ se me van por donde vinieron, y si alguna vez veo a alguno de ustedes por aquí los muelo a palos».
Nos fuimos para Playa grande, todavía quedaba mucho por caminar, contentos por el desayuno, pero sintiéndonos como el culo por el pobre gallego.
Años después, casado y con hijos, pasé por el lugar y allí estaba el gallego. Con su humilde barcito y pasando el trapo rejilla por el mostrador. Mucho mas viejo pero trabajando solo como siempre.
Me acerqué y pedí una coca en el mostrador.
En un momento me decidí y le dije.
__Ud se acuerda de mi?
__No que yo sepa__contestó
Le conté nuestra travesura de varios años atrás y me ofrecí para abonar lo adeudado.
El gallego se reía y acordándose de ese día me dice.
__Cuando se sentaron con ese viento afuera, sabía que no tenían un peso.
Y terminamos riendo los dos.
Pasé un tiempo después y el barcito ya no estaba.
Filed under: humor | 9 Comments
Etiquetas: desayuno, gallego.bar, mardel plata, vacaciones
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Muy buena !! Estaría para recopilar todas las anécdotas y sacarlas en un libro.
En un momento lo había pensado, pero…
¿Pero qué? ¿No se anima, don Enrique?
Muy buena la anécdota, sobre todo porque sucedió en mi ciudad natal 🙂
Saludos!
LoneWolf
No es que no me anime, lo que sucede que estoy escribiendo una novela. Bueno eso intento, y me insume las pocas neuronas que me quedan funcionando
Mirelo a Don Enrique escritor, eh.
Nace una nueva estrella en el firmamento de los escritores?
Cuidado Borges, ahi va Enrique 🙂
Saludos y suerte.
PD: Le vuelvo a sugerir que haga un artículo sobre un hillary clinton.
Gracias por desearme suerte y por comunicarte Patricio. Con respecto a hillary, trataré
No es mala la idea del libro, la verdad que las anecdotas esas son mortales, creo que por ahora con el blog alcanza 😀
sirramza.
Seguiremos con el blog. gracias
Un genio el gallego!
Muy linda anécdota, gracias.